¿EN QUÉ ESTADO ESTARÍA EL AGUJERO DE LA CAPA DE OZONO SIN MEDIDAS?
La capa de ozono se
extiende aproximadamente de 15 a 50 km de altitud, reúne el 90% de este gas
presente en la atmósfera y absorbe del 97 al 99% de la radiación ultravioleta
de alta frecuencia. En las últimas décadas, la disminución del grosor de esta
capa, o el agujero de la capa de ozono, ha sido objeto de preocupación para los
científicos.
En 1985 un equipo de
científicos del Estudio Británico de la Antártida en Cambridge (Reino Unido) dio
la voz de alarma en la revista Nature al descubrir que la capa de ozono de la
Tierra estaba disminuyendo drásticamente en la Antártida. Debido a este
desgate, aumentarían los casos de melanomas, de cataratas oculares, supresión
del sistema inmunitario en humanos y en otras especies. También afectaría a los
cultivos sensibles a la radiación ultravioleta.
Ante esta situación, los
gobiernos firmaron el 16 de septiembre de 1987 el Protocolo de Montreal
(Canadá) en el que se obligó a los países firmantes a disminuir el uso de
compuestos químicos como los clorofluorocarbonos (CFC) como refrigerantes
industriales, propelentes, y fungicidas de suelo (como el bromuro de metilo)
que destruyen la capa de ozono. En 1993 se observó la mayor concentración
atmosférica de estas sustancias. A partir de ese momento empezaron a disminuir.
Treinta años después del
artículo de Nature, Martyn Chipperfield, investigador en la Universidad de
Leeds (Reino Unido), y su equipo demuestran con un modelo químico-atmosférico
en 3D que los objetivos del Protocolo de Montreal ya se han cumplido. Sin
protocolo, “hubiéramos tenido una catastrófica reducción de la capa de ozono en
todo el mundo para mediados del siglo XXI”, dice a Sinc Chipperfield, autor
principal del estudio que se publica en la revista Nature Communications.
El tratado internacional de
Naciones Unidas ha evitado importantes aumentos en los niveles de la radiación
UV en la superficie, “que hubiera provocado grandes incrementos de la
incidencia de cáncer de piel en humanos y daños en otros órganos”, añade el
investigador quien recalca que el agujero de ozono del Antártico se hubiera
incrementado un 40% para 2013 si no se hubieran tomado las medidas oportunas.
El trabajo demuestra que a
altitudes medias, donde las personas son más sensibles al daño de los rayos UV,
el porcentaje de cambios en la radiación UV en la superficie es importante.
Así, en las áreas más pobladas de Australia y Nueva Zelanda, que tienen las
tasas más altas de mortalidad por cáncer de piel, el modelo predice que la
radiación UV en la superficie se hubiera podido incrementar entre el 8 y el
12%. En el norte de Europa, incluido el Reino Unido, los incrementos hubieran
superado el 14% para 2013.
“Usamos el modelo para
calcular qué hubiera pasado si los contaminantes CFC u otros gases destructores
del ozono hubieran seguido creciendo sin protocolo”, observa a Sinc
Chipperfield.
Según la simulación por
ordenador, “ahora mismo tendríamos agujeros regulares en la zona del Ártico, en
la Antártida los agujeros serían mucho más grandes y la reducción de la capa de
ozono en latitudes medias sería más del doble comparado a las que se han
observado en realidad en los momentos de mayor concentración”, subraya el
investigador.
La disminución de la capa
de ozono en las regiones polares depende de la meteorología, sobre todo en el
caso de temperaturas frías a 20 km de altitud, ya que estas provocan más
pérdida de ozono. El equipo usó las condiciones meteorológicas actuales
observadas en las últimas décadas para proporcionar una simulación más precisa
para las pérdidas de ozono de los polos.
Aunque en el momento en el
que se firmó el protocolo de Montreal, “las causas exactas del agujero de ozono
del Antártico no estaban claras” –comenta el investigador–, el tratado ha
permitido que los países firmen para limitar modestamente los contaminantes, a
la espera de reforzar su compromiso una vez que la ciencia aportara más
evidencias.
MARIA PIRJOL
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