Las hormonas son
mensajeros químicos que circulan a través de la sangre o que viajan de
unas células a otras para transmitir información. Van respondiendo
a las circunstancias y pueden tener funciones tan variopintas como regular el
balance de agua, acelerar el ritmo cardiaco o incluso informarle al cerebro de
que el organismo debería ir en busca de alimento. Por si fuera poco, muchas de
ellas son capaces además de modificar el comportamiento. Esto es muy
evidente cuando una persona se enamora y un cóctel de hormonas
comienza a sacudir sus pensamientos. Se cree que por eso los besos del
amado se vuelven adictivos y que los enamorados estén confusos, y se sientan
dichosos y estresados al mismo tiempo.
Precisamente, se
suele decir que la oxitocina es la «hormona del amor» porque su
función está asociada con el establecimiento de vínculos afectivos,
especialmente entre amantes y entre madres e hijos, y también en la
inducción del sentimiento de confianza hacia otras personas. Por ejemplo, y
como prueba de la diversidad de funciones que cumple, esta hormona es
estimulada por la lactancia y es una de las responsables de las contracciones
del útero durante el parto, pero también activa las contracciones de la vagina
durante el orgasmo. Pues bien, desde este miércoles y tal como ha resaltado un
estudio publicado en la revista «Neuroscience and Biobehavioral Reviews», se
puede decir que la oxitocina tiene unos efectos sobre el comportamiento
muy similares a los del alcohol.
«Pusimos en común las
investigaciones sobre los efectos de la oxitocina y del alcohol y acabamos
impactados por las increíbles semejanzas entre ambos compuestos», ha contado Ian
Mitchell, uno de los miembros del equipo de investigadores, de la Universidad
de Birmingham. El científico resume las conclusiones de su trabajo en que la
oxitocina tiene un lado oscuro porque provoca el mismo efecto
desinhibitorio que el alcohol, lo que puede repercutir en que las personas asuman
riesgos de forma innecesaria y que sean más agresivas.
Para hacerse una idea
de lo que ocurre con esta hormona, en opinión de los investigadores, se debe
prestar atención a la forma de actuar de una persona que va con unas
cuantas copas de más. En ese momento, los circuitos cerebrales (un conjunto
de células nerviosas conectadas para desempeñar una determinada función) que
normalmente son responsables de la inhibición social, disminuyen su actividad.
Por ello, unas emociones tan importantes como el miedo, la ansiedad y el estrés
pierden peso y el individuo «se desata».
Según las
conclusiones del estudio, esto puede tener el efecto positivo de que ciertas
situaciones estresantes, como una entrevista de trabajo o el momento de pedirle
una cita a alguien, dejen de ser tan agobiantes. Y de hecho, Steven
Gillespie, otro de los investigadores, compara los efectos de echar
un trago para afrontar una situación que da miedo con los de
inhalar oxitocina a través de un espray nasal.
Marta García Gayo 1ºBach C
Fuente: ABC.es
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