Imagina un mundo en el que no hubiera olores. El aroma del café a la mañana, de las flores frescas, la ropa limpia, el pan recién horneado, libros nuevos, libros viejos, o el olor reconfortante de los seres queridos. Imagina que todo se ha ido.
Ese mundo es muy real para un estimado 2% de enfermos de anosmia (en el cual, por cierto, me incluyo) en todo el planeta, un número que parece bastante bajo pero no dista demasiado del número de afectados por ceguera o sordera.
La anosmia es la incapacidad para percibir olores. Puede ser temporal o permanente. El término hiposmia se refiere a la disminución de la habilidad para percibir olores, mientras que la hiperosmia es una habilidad olfativa superior. Existen también anosmias parciales, cuando una persona no es capaz de percibir un olor en particular, y suelen relacionarse con sustancias concretas. Son las llamadas ‘anosmias específicas’, y pueden tener una base genética.

Una de las consecuencias de la anosmia, especialmente cuando se produce de forma repentina, es que los alimentos se perciben como menos apetecibles, resultando a la larga en problemas nutricionales. Un paciente de anosmia (en el 80% de los casos) no podrá degustar lo que come, perdiendo la sensación de placer que ese alimento o bebida produce, y teniendo la impresión de que toda la comida ‘es insípida’, o que todo ‘sabe igual’. Además, la anosmia puede ser peligrosa, porque no permite detectar señales de peligro como una fuga de gas, un incendio, o una comida en mal estado.
La pérdida del sentido del olfato puede resultar también en serias consecuencias emocionales para la persona que la padece.. La incapacidad de disfrutar de olores con valor afectivo, como el olor a bosque, de las personas amadas, de la casa familiar, o incluso el olor propio, puede resultar en sentimientos de pérdida o depresión. También la anosmia puede disminuir el deseo sexual, puesto que ciertos olores contribuyen a aumentarlo. Las investigaciones indican que la mitad de los enfermos de anosmia están deprimidos

Personalmente, considero que la anosmia es como un enorme marrón al que te acabas acostumbrando. Entendí que no es algo que realmente te marque ni te diferencie. Yo, por ejemplo, no me enteré de que padecía de anosmia hasta varios meses después, y fue por pura casualidad.
Lo peor de la anosmia, según mi punto de vista, es la poca información que se tiene sobre ella. No solo a nivel clínico (no existen muchas alternativas para recuperar el olfato) sino en la sociedad. Es algo muy molesto explicarle a tus padres varias veces que te tienen que llevar al médico porque no hueles. Generalmente cuesta que te crean. No importa la confianza que depositen en ti, siempre es difícil asimilar que una persona no tenga sentido del olfato, salvo que tú seas esa persona.
Es además muy cansado contar toda la historia y explicar todos los detalles. Si te paras a pensar, nos encontramos en al menos cinco ocasiones al día en las que un olor capta nuestra atención. Cuando huele mal, cuando te quieren vender un nuevo permufe, cuando alguien cocina algo y te pregunta que si huele bien....
En esos momentos existen varias respuestas típicas (y esto lo he hablado con mis amigos anósmicos) que son:
- Aham... sí, huele genial *cambia la conversación a otra cosa o se aleja lentamente*. Esta es para personas que no vas a volver a ver en tu vida.
- No huelo, es que estoy con mocos. Esta es para compañeros de clase, y conocidos menos cercanos.
- No tengo sentido del olfato. Un caluroso día de junio me di un golpe en la cabeza y....*cuenta toda la historia. De nuevo* Esta es para la gente con la que sueles convivir. Les cuentas una vez lo que pasa y con suerte no te sacan más el tema.
- Si ya sabes que yo no huelo, miarma. Esta es para la family y los amigos cuando estos se olvidan de que eres anósmico, lo cual suele pasar mucho.

Buscando información por internet he visto documentales en los que algunos enfermos se acaban por suicidar debido a la depresión que la anosmia les generaba. Eso fue algo que me pareció exagerado, aunque no puedo ponerme en su lugar del todo.
He sido de ese 20% de personas que aunque perdió el olfato conservó el sentido del gusto. Vivo en un país donde la sanidad está medianamente bien, por lo que pude ir a un especialista que me ayudó a comprender qué pasaba, y encontramos un tratamiento que me permitió volver a oler algunas cosas. Nunca me ha deprimido el hecho de tener un sentido menos, si nos paramos a pensar, el olfato es el que menos nos sirve.
Lo positivo es que a nosotros no nos va a echar para atrás el mal olor en una situación complicada. Y lo poco que olemos, lo apreciamos más que nadie.
Acabaré pidiendo que si escuchan a alguien decir que tiene anosmia, no hagáis la bromita de "y si me tiro un pedo...?". En verdad desarrollamos supersentidos que nos permiten detectar los gases malolientes cuando aparecen.
Lucía Martín.
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