domingo, 23 de noviembre de 2014

¡TODOS AL POLO!


Desde hoy no hay que ir muy lejos para ir a la Antártida. Basta con desplazarse a la parte alta de Barcelona. Allí, en el museo Cosmocaixa, se ha instalado el módulo laboratorio original de la Base Antártica Española Juan Carlos I, el lugar en el que trabajaban nuestros primeros científicos en el continente polar en los años ochenta. La Base Antártica es visitable y no hace falta ir muy abrigado.



La base, aunque pura historia de la exploración polar, no es un edificio muy espectacular ni presenta el dramatismo de otras construcciones antárticas. En realidad, el módulo de la base española sugiere una caseta de obra como la que se puede ver en cualquier construcción. Eso sí, está bien climatizada y dotada de toda una panoplia de instrumentos científicos. La oceanógrafa y bióloga barcelonesa Josefina Castellví, (primera mujer en dirigir una base antártica), ha sido la primera esta mañana en visitar la base junto con el presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, Isidro Fainé. El módulo laboratorio y el equipo de la época, cedidos por el Instituto de Ciencias del Mar y la Unidad de Tecnología Marina, han sido restaurados e instalados en Cosmocaixa para recordar la aventura científica polar española. Esa aventura comenzó en 1986 cuando cuatro científicos del CSIC (Agustí Julià, Joan Rovira, Antoni Ballester y Castellví) plantaron su tienda de campaña en isla Livingston, en la punta de la península Antártica.

En la actualidad hay dos bases antárticas españolas: Juan Carlos I y la militar Gabriel de Castilla, en la isla Decepción.

Josefina Castellví, que miraba con fría nostalgia su antigua base, ha destacado la importancia de contar con bases en el continente polar para desarrollar proyectos científicos, puesto que la Antártida es “un laboratorio natural“ y “sus condiciones no se pueden reproducir”. Las bases como la que ahora se ha reinstalado en Cosmocaixa convertida en pequeño museo dentro del museo, “permiten observar y experimentar in situ la vida, los procesos naturales y las características únicas de ambientes extremos como los que hay en los ecosistemas polares”, añade.











MARÍA PIRJOL

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