Desde la
aparición del Homo sapiens en África hace unos 250.000 años, y gracias
a los restos humanos que se han encontrado hasta la fecha, hay épocas en las
que conocemos cómo vivían nuestros ancestros, con qué animales lidiaban e
incluso con qué otras especies tuvieron hijos. Luego hay agujeros que abarcan
decenas de miles de años de los que desconocemos casi todo.
Hoy, 21 de
noviembre, un viejo hueso encontrado en Siberia llena uno de los huecos de
nuestra historia. Se trata del fémur renegrido de un hombre de edad desconocida
que vivió hace 45.000 años, los restos más antiguos de nuestra especie que se
han encontrado y datado de forma directa en Europa y Asia, según sus
descubridores. Un equipo de investigadores en Alemania, Rusia, España, Francia,
EEUU, Canadá y Reino Unido ha logrado secuenciar el genoma completo de aquel
individuo y aclarar episodios importantes en nuestra historia, como la fecha
aproximada del cruce con los neandertales,
el origen de la división que dio lugar a los asiáticos y los europeos o incluso
el menú de nuestros ancestros poco después de que llegasen a Europa desde
África.
La dieta
que consumimos deja una marca en los huesos. Se trata de una determinada
proporción de isótopos de carbono y nitrógeno que indican qué comía una persona
en sus últimos 5 a 10 años de vida. El médico e historiador español Domingo Salazar-García ha sido el responsable de analizar los
isótopos del fémur hallado en Rusia. “Lo que encontramos es que, además de
carne de animales terrestres, también consumían proteínas provenientes de
cursos de agua dulce, peces o cangrejos de río, por ejemplo, y esto es algo que
no se ha encontrado nunca en restos neandertales”, explica el experto. Los
datos apuntan a que los humanos modernos supieron adaptarse bien a su nuevo
entorno en Eurasia y tener una dieta variada. “Esto en parte puede explicar por
qué acabaron teniendo éxito y sobrevivieron, al contrario que los
neandertales”, señala Salazar-García, que trabaja a caballo entre el Instituto
Max Planck de Antropología Evolutiva, la Universidad de Valencia y la
Universidad de Ciudad del Cabo, en Suráfrica.
El fémur fue hallado al Oeste de Siberia, a las orillas del río
Irtish. El genoma de aquel hombre, el más antiguo que se ha obtenido de nuestra
especie, permite comparar mucho mejor a los humanos que vivían en Europa en
aquellos tiempos: sapiens, neandertales y un tercer grupo conocido como denisovanos y cuyos restos también se encontraron
en Siberia. Esto ha permitido afinar la fecha en la que los Homo
sapiens y los neandertales se cruzaron teniendo descendencia
fértil. Fruto de aquel cruce, todos los humanos procedentes de fuera de África
tienen en torno a un 2% de ADN neandertal. Según
el nuevo estudio, publicado hoy en Nature, el cruce
entre ambas especies sucedió hace unos 55.000 años (5.000 años arriba o abajo).
En otras palabras, las dos especies se habían cruzado unos 10.000 años antes de
que naciera el hombre cuyos restos se encontraron a orillas del Irtish. Hasta
ahora la horquilla temporal era mucho mayor, de entre 86.000 y 37.000 años,
según ha explicado Chris Stringer, experto en evolución humana del Museo de
Historia Natural de Londres.
El estudio
ha sido dirigido por Svante Pääbo,
investigador del Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck y también
responsable de la secuenciación de los primeros genomas de neandertales y
denisovanos. En su estudio han comparado el nuevo genoma con el de 50
poblaciones humanas actuales. El individuo de Siberia parece más emparentado con
los actuales europeos y asiáticos que con los africanos, lo que indica que
perteneció al grupo humano que abandonó África y llegó hasta Europa. Las
comparaciones genéticas con humanos actuales también apuntan a que aquel hombre
vivió aproximadamente en el tiempo en el que se separaron dos grandes ramas del
árbol humano. Una se dirigió hacia Asia y la otra hacia Europa.
“Puede decirse que era el
ancestro de todos los europeos y asiáticos”, explica el paleoantropólogo Carles Lalueza-Fox, que trabaja en la
Universidad Pompeu Fabra y el CSIC. Lalueza-Fox no ha participado en el
estudio, pero fue uno de los revisores del estudio.
Es un
trabajo importante porque nos acercamos mucho al pasado de nuestra especie,
cada vez sabemos más sobre nosotros mismos y sobre cómo hemos sido desde el
principio, viendo nuestros cambios y adaptaciones, nuestra propia evolución.
Marta
García Gayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario